Quiero hacerme un tatuaje, pero que no se me vea… Yo si pudiera me tatuaría los brazos, pero es que en el curro no me dejan… Este tipo de afirmaciones las escuchamos día sí y día también y es algo que nos hace reflexionar. Es triste (y retrógrado) que en 2019 la modificación visible del cuerpo se perciba negativamente en el ámbito laboral, ya que el talento no se debería etiquetar.
A pesar de que el arte del tatuaje es una técnica milenaria, siempre ha gozado de un halo barriobajero que se mantiene estancado aún en pleno siglo XXI. En la antigua Polinesia los tatuajes eran símbolos de fuerza, status, (des) honor, identidad… Con el paso del tiempo también se han relacionado con la vida marinera, las cárceles, los ambientes marginales, el Punk… Y por proximidad en el continuo espacio-tiempo esto último es lo que más ha calado.
Apariencias > Talento. Diversos estudios sin base científica no sólo alegan que la gente tatuada es más impulsiva, sino que piensan menos en el futuro y en las consecuencias a largo plazo. Esto, sumado a unas políticas de imagen totalmente subjetivas, son el motivo en el que se basan ciertas empresas, o el mismo Ministerio de Defensa a la hora de discriminar a las personas tatuadas en el ámbito laboral. Poco o nada importa lo que recoja el artículo 14 de la Constitución.
Ya va siendo hora de acabar con estereotipos tan medievales. Y en ello estamos, a fin de cuentas la ignorancia se cura con educación. Si bien es cierto que estrellas del fútbol, o de la música, han contribuido de manera considerable a la democratización del sector, todavía queda mucho para ver bancarios, médicos, profesores… lucir tatuajes en sus entornos laborales sin ningún tipo de complejo.
Por último, recordar que desde Mandrágora Tattoo & Piercing aconsejamos tener todo lo anterior en cuenta y tatuarse con conciencia.